Percepción intrauterina
En las experiencias anatheoréticas se observa que, en la gestación de un bebé –desde el cigoto al nacimiento–, la percepción de ese bebé sufre una evolución que va desde una conciencia global, todavía no estructurada en ritmos debido a la carencia de un adecuado sistema neural, hasta un alto estado de conciencia con altos trenes de ritmos theta.
Esa conclusión viene justificada por el hecho de que, en la práctica anatheorética, la percepción del embrión, y también la del feto, se manifiestan con un lenguaje altamente arquetípico, como si embrión y feto –aunque éste en menor medida– estuvieran todavía unidos a la conciencia global.
Luego, a medida que el embrión va ganando semanas y, sobre todo, en el momento en que se va formando ya la estructura cerebral, ese lenguaje arquetípico –estructurado con grandes símbolos mitológicos– se va enriqueciendo con experiencias que corresponden ya a las características básicas del ritmo theta, o sea, una impactante vivenciación emocional de imágenes analógicas fácilmente convertibles en los hechos concretos que se esconden tras esas analogías.
Puesto que sabemos que la ontogenia del bebé intrauterino es una síntesis de la filogenia de la especie humana, no es de extrañar que las experiencias en anatheóresis nos muestren que la evolución de la percepción del niño en el claustro materno presenta las mismas características evolutivas que nuestra especie.