Anatheóresis Responde

Toda vez que son muchos ya los lectores de esta web que se dirigen a nosotros intentando les demos una respuesta a sus preguntas en torno a la terapia Anatheóresis y que por ser muchos se hace imposible ya una respuesta personalizada, considero que lo adecuado es que esos lectores de esta web se hagan presentes en esta ágora y, de forma global, sea Sócrates quien les responda y adoctrine anatheoréticamente.

Bien entendido que nuestro Sócrates virtual ha dejado que sea yo, Joaquín Grau, quien hable por él.

Así que amigo comunicante aquí empieza tu paseo por el ágora de los anatheorólogos.

Y te informo ya que a este paseo seguirán otros muchos.

Y empiezo por la pregunta de si Anatheóresis es una terapia científica.

La respuesta es un tajante sí. Nada en Anatheóresis se aparta de los postulados de la más moderna neurología.

Así, utiliza unos muy concretos ritmos cerebrales para inducir al paciente a un estado de relajación especial –cuatro hertzios– que le permite vivenciar –ver y sentir– su historia personal, incluso cuando estaba en el útero de su madre. No se utiliza, por tanto, la hipnosis profunda, sino una relajación que permite al paciente ser consciente de cuanto ve y siente.

Por otro lado, Anatheóresis no es una terapia reencarnacionista. Las creencias no son ciencia. Y Anatheóresis es un cuerpo de doctrina científico perfectamente articulado.

Otro lector pregunta: ¿qué cura Anatheóresis?

Y la respuesta es que Anatheóresis no cura enfermedades, sino a enfermos.

Y la curación, por tanto, depende del enfermo, no de la enfermedad que la medicina oficial haya diagnosticado.

Anatheóresis no resuelve somatizaciones, ni les da nombre siquiera.

Anatheóresis ahonda hasta las raíces de la enfermedad y, sanada la raíz, desaparece la somatización –mental o física–, que es a la somatización a lo que la medicina oficial da el nombre de enfermedad.

Otra pregunta es: ¿A qué llama raíz de la enfermedad?

Desde que somos concebidos nuestros órganos de percepción van pasando por distintas fases hasta alcanzar los ritmos cerebrales beta maduros.

Así, en una primera fase, vamos ascendiendo perceptivamente desde una memoria prácticamente celular hasta el mundo altamente emotivo y con lenguaje simbólico de los ritmos cerebrales theta. Y desde el cigoto hasta esos ritmos theta nuestro mundo es subjetivo, nosotros somos el mundo, un espejismo que se rompe al pasar de los ritmos theta –que marcan la frontera de los ritmos lentos o bajos– a los ritmos beta, que son los que crean la objetividad.

Así pues, los daños que vamos recibiendo desde el momento de ser concebidos –daños emocionales que nos llegan de la madre, aun cuando sea otro el causante– se integran en nuestro mundo subjetivo de ritmos bajos. E integramos también las respuestas reflejas de defensa que creamos ante ellos. Y los daños que recibimos pueden ser múltiples: rechazo continuado de la madre al saberse embarazada, tristeza, agobio, etc., también continuados de la madre por razones que pueden ser ajenas al embarazo, disputas matrimoniales, un parto patológico o simplemente daños por anestesia, por pérdida prematura de agua amniótica, por inmovilizaciones del feto en el conducto de nacimiento, sentimiento de soledad del bebé en la cuna, etc.

Y estos son los daños –lo que yo denomino Cúmulos Analógicos Traumáticos (CATs)– que, al llegar a los indicados siete a doce años, el ritmo beta de vigilia sumerge en la banda baja de nuestra percepción «olvidándolos», lo que no significa que dejen de existir. Porque esos daños, desde su infierno de oscuridad viva, forman el guión que luego, ya adultos, seguimos interpretando.

Y esa oscuridad viva, esa biografía ahora oculta que contiene nuestra topografía de daños –que son la raíz de nuestras enfermedades–, es la que en un momento dado puede estallar somatizando. Y a esa somatización –insisto– es a lo que se le llama enfermedad.

Pero, ¿cómo se puede sanar la raíz de una enfermedad?

La respuesta es que, con la relajación especial a la que ya me he referido, así como con una dialéctica paciente-anatheorólogo de claves también especiales, se puede acceder a la zona abisal de la conciencia y hacer que el paciente vivencie su biografía oculta –sus CATs– para que así, extrayéndolos de la oscuridad de los ritmos bajos cerebrales donde se han formado y donde se encuentran, se hagan presentes en la zona luminosa –o sea, capaz de discernir– de los ritmos altos beta. Y así, al vivenciarlos y comprenderlos, se disuelven.

Aunque a veces es preciso un complemento terapéutico de conversión de esos CATs ya comprendidos. De hecho, lo que ocurre con eso que yo llamo comprensión, que no es un simple entender, es que los dos hemisferios cerebrales que todos tenemos, lateralizados –casi enfrentados uno contra el otro, siendo uno el de los ritmos bajos y el otro el de los ritmos altos–, lo que ocurre, insisto, es que esos dos hemisferios se sincronizan en fase. Y esto es lo que permite la comprensión, siendo la comprensión una toma profunda de conciencia de nosotros mismos.

Algo que nada tiene de misterioso y que ahora la neurociencia conoce ya muy bien. Si bien es cierto que, si ahora Anatheóresis es ya entendida –sólo entendida, no comprendida– por la ciencia, esta misma ciencia estaba muy lejos de aceptar los postulados de mis experiencias en laboratorio cuando empecé a realizarlas hace ya unos treinta años.

¿Entonces Anatheóresis no utiliza fármacos?

No, no utiliza fármacos. Anatheóresis es una terapia de liberación. Anatheóresis no acoraza a los enfermos a fin de mantener bloqueada la enfermedad y evitar así que se manifieste, que somatice, tampoco combate microorganismos.

Si bien eso no significa que haya que repudiar a una medicina que extirpa y combate, porque esto puede ser –y de hecho es– muy necesario, lo que se trata aquí es de comprender que toda terapia puede ser válida y que toda terapia tiene su aplicación.

Así, ante alguien que tiene por costumbre dañarse hasta el punto de provocarse una hemorragia, lo lógico es que esa hemorragia sea detenida por la medicina oficial. Pero es lógico también preguntarse qué es lo que lleva a ese paciente a provocarse esas hemorragias. Y esto es lo que considera Anatheóresis. Porque un psiquiatra puede resolver, bloqueándola, una depresión grave.

Pero, hecho esto, ¿no es lógico intentar buscar la razón de esa depresión para eliminarla definitivamente?

Y para terminar: ¿puede dañar la terapia Anatheóresis?

Ante esa misma pregunta, pero referida al psicoanálisis, Carl G. Jung respondió que sí, que era muy peligroso ponerse en manos de un mal psicoanalista, porque esto podía llevar a que el enfermo no sanara, cosa que sí habría logrado de haber ido a un buen psicoanalista. Y este era –y sigue siendo– el único, y no pequeño, daño que podía –y puede– causar el psicoanálisis.

Y lo mismo digo yo: Anatheóresis nunca daña, pero un anatheorólogo poco experimentado sí puede dañar, no sanando al enfermo que otro anatheorólogo experimentado sí habría sanado.